La guerra de las consolas no solo se libra en el terreno comercial: también hay batallas internas que rara vez trascienden. Según el último vídeo de Moore’s Law Is Dead, la colaboración entre AMD y las dos gigantes —Microsoft y Sony— para desarrollar los chips de sus próximas consolas está lejos de ser armoniosa. Mientras que con Sony la relación parece fluida, casi idílica, con Microsoft la historia es bien distinta. Tanto, que los ingenieros de AMD no dudan en describir el trato con el equipo de Xbox como «una pesadilla burocrática«, donde la sensación es que Redmond espera que AMD «haga todo el trabajo» sin aportar soluciones reales. Y las críticas no se quedan ahí: según fuentes citadas en el vídeo, algunos en AMD llegan a bromear con que «no sabían que Microsoft tuviera ingenieros», insinuando que su contribución técnica es, cuando menos, cuestionable.
El contraste con Sony no podría ser más marcado. Mientras que con Microsoft las reuniones parecen sacadas de una película distópica —el presentador compara la dinámica con «el presidente de V de Vendetta gritando órdenes en una pantalla gigante«—, la relación con PlayStation se describe como colaborativa y hasta cordial. Almuerzos conjuntos, resolución de problemas en equipo y un ambiente donde, al parecer, AMD se siente valorada. Esto no solo habla de diferencias en la gestión, sino de cómo cada compañía aborda el desarrollo de hardware: Sony, con un enfoque más horizontal, y Microsoft, con una actitud que, según las fuentes, roza lo autoritario. Y en medio de todo, AMD, atrapada entre un cliente que exige y otro que colabora.
¿Por qué tanto resentimiento hacia Microsoft?
Las tensiones, según el vídeo, no son nuevas, pero se han agudizado en esta generación. Los ingenieros de AMD perciben que Microsoft delega sin aportar, como si esperaran que la empresa de Lisa Su hiciera magia con requisitos ambiguos y plazos ajustados. La frase «los que no fueron contratados por Nvidia«, atribuida a un empleado de AMD al referirse al equipo de Xbox, resume el tono: una mezcla de frustración y desdén técnico. No es solo que la colaboración sea difícil; es que, al parecer, no hay sinergia. Mientras, con Sony, el proceso parece más orgánico, con un intercambio de ideas que va más allá de lo puramente transaccional.
Esto plantea una pregunta clave: ¿Afectará esto al rendimiento de las consolas? En teoría, no debería. AMD es una empresa profesional, y al final, los chips se entregarán. Pero la moraleja aquí es clara: en la carrera por la próxima generación, no solo importan los teraflops, sino también cómo se trabaja en equipo. Y, por ahora, Sony lleva ventaja en ese aspecto. Mientras tanto, Microsoft tendrá que decidir si sigue con su enfoque actual o si, por el bien de sus futuras Xbox, revisa su relación con los socios que hacen posible su hardware. Porque, al final, incluso los gigantes necesitan aliados contentos.
