Cuando me senté frente a Aegis Force: The Scorian War, desarrollado por el estudio Deseret Games, no esperaba encontrar un RPG táctico por turnos que lograra equilibrar tan bien la esencia de los clásicos con una identidad visual y narrativa propia. El juego no solo rinde tributo a títulos como Fire Emblem o Final Fantasy Tactics, sino que se atreve a construir un universo donde el pixel art 2.5D y una trama madura se entrelazan para ofrecer algo más que simples batallas en cuadrícula. Desde el primer momento, el continente de Ianua, escenario de un conflicto centenario entre magia y tecnología, te envuelve en una atmósfera donde las raíces de la guerra se han difuminado con el tiempo, dejando espacio a preguntas más que a respuestas fáciles.
La historia se centra en Callon Roth, un soldado marcado por las cicatrices físicas y emocionales de la guerra, acompañado por Orvus Magnaric y Vedette Kairn. Su viaje no es solo una sucesión de combates, sino una exploración de dilemas morales que van desde la culpa hasta la redención, donde cada decisión parece tener un peso real. Lo más llamativo es cómo el juego integra a más de una docena de personajes reclutables, cada uno con su propio trasfondo y motivaciones, que no solo enriquecen la trama principal, sino que añaden capas de profundidad a través de subtramas y relaciones que evolucionan a lo largo de las aproximadamente 30 horas que dura la campaña principal.
Mecánicas de combate y personalización
El apartado visual de Aegis Force es uno de sus mayores aciertos. El pixel art 2.5D logra capturar la esencia de los juegos de 16 y 32 bits, pero con un nivel de detalle y fluidez que lo hace sentir contemporáneo. Los escenarios son variados y cuidadosamente diseñados: desde bosques densos hasta ciudades devastadas por la guerra, cada ubicación transmite una sensación de historia y conflicto. Las animaciones, aunque simples, son expresivas y refuerzan la personalidad de los personajes, mientras que la banda sonora acompaña con precisión cada momento, ya sea en batallas épicas o en instantes de reflexión más íntimos.
Sin embargo, no todo es perfecto. Algunos bugs menores y errores ocasionales de texto pueden distraer levemente, pero son detalles que no llegan a arruinar la experiencia. Lo que sí destaca es cómo el juego logra que la exploración sea tan importante como el combate. Ianua no es solo un mapa para mover fichas, sino un mundo vivo, lleno de misiones secundarias, secretos ocultos en santuarios y personajes no jugables con los que interactuar. Estas interacciones no son meros rellenos, sino que influyen en el desarrollo de las relaciones entre los miembros del grupo, algo que, a su vez, puede desbloquear habilidades conjuntas en combate.
Realmente no hay mucho que contar, es un juego sencillito que no ofrece nada fuera del plato en esta parte. Aunque si agradezco y mucho que llegue con textos en español, muchos de estos juegos indie no suelen meterlos y es una putada que no sea así.
Una narrativa que trasciende el combate
El sistema de combate, aunque se basa en el clásico turno por turno en cuadrícula, introduce mecánicas que lo hacen más profundo. La posición en el campo de batalla no es un detalle menor: atacar desde los flancos o la retaguardia puede marcar la diferencia entre la victoria y la derrota. Cada unidad pertenece a una clase específica —guerreros, magos, ladrones o ingenieros—, cada una con sus propias habilidades, armas y árboles de progresión. Esto permite una personalización casi ilimitada, adaptándose a distintos estilos de juego.
Una de las innovaciones más interesantes es el sistema Tactimagus, que premia la coordinación entre personajes al permitir ataques especiales combinados. Esto no solo fomenta el trabajo en equipo, sino que obliga a pensar estratégicamente en cómo componer el grupo. La dificultad está bien equilibrada, ofreciendo desafíos tanto para quienes se inician en el género como para los veteranos. Además, la duración del juego es generosa: las 30 horas de la historia principal pueden extenderse fácilmente a 40 o más si te sumerges en las misiones secundarias y en la exploración exhaustiva del mundo.
¿Merece la pena jugarlo?
Lo que realmente diferencia a Aegis Force es su enfoque en la construcción de relaciones y decisiones morales. No se trata solo de ganar batallas, sino de entender las consecuencias de cada elección. Los personajes no son simples piezas en un tablero, sino individuos con los que el jugador desarrolla vínculos que afectan tanto a la historia como al rendimiento en combate. Los giros argumentales y los momentos dramáticos están bien integrados, evitando caer en el cliché o en el sensacionalismo.
En un género donde muchos títulos se limitan a repetir fórmulas, Aegis Force: The Scorian War destaca por atreverse a innovar sin perder de vista lo que hace especiales a los RPG tácticos. Su combinación de narrativa profunda, mecánicas estratégicas y un mundo rico en detalles lo convierte en una experiencia que vale la pena explorar, especialmente para quienes buscan algo más que simples tácticas en un tablero.
Estamos ante un título bueno que combina hábilmente la nostalgia del RPG táctico clásico con mecánicas modernas y un argumento maduro y bien construido. Su pixel art 2.5D, su banda sonora emotiva y el diseño narrativo profundo lo convierten en un imprescindible para amantes del género. Pese a algunos detalles técnicos menores, y una curva de aprendizaje que puede ser exigente, sobresale por su enfoque estratégico, variedad de personajes y riqueza en la exploración. Su apuesta por la construcción de relaciones y decisiones morales añade capas de complejidad a una experiencia ya de por sí muy completa.
Por cierto, el juego tiene una demo en Steam que puedes probar si no estás convencido de mi texto, guiño guiño.