Creo que si en 2012 me hubieran dicho que un juego prometido como «el simulador espacial definitivo» recaudaría casi 900 millones de dólares sin ni siquiera haber salido oficialmente, probablemente te habrías reído. Pero aquí estamos: Star Citizen, el proyecto de Cloud Imperium Games, sigue batiendo récords de financiación colectiva mientras su versión 1.0 sigue siendo un espejismo en el horizonte. 885 millones de dólares (y subiendo), recaudados entre Kickstarter, paquetes de acceso anticipado, naves virtuales que cuestan más que un coche usado y una comunidad que, contra todo pronóstico, sigue abriendo la cartera.
El modelo es simple: vende un sueño, actualízalo poco a poco y deja que los fans financien el desarrollo eternamente. Y funciona. Desde sus humildes comienzos en Kickstarter, donde superó los 2 millones de dólares en menos de un mes, Star Citizen ha crecido como una bola de nieve monetaria: 300 millones en 2020, 500 en 2022, 800 en 2024… y ahora casi 900. Todo mientras sigue en alfa, con módulos jugables pero sin un lanzamiento oficial a la vista.
¿Juego revolucionario o agujero negro de dinero?
El debate es tan viejo como el propio proyecto. ¿Es Star Citizen un fraude, un milagro de la paciencia o simplemente el desarrollo más ambicioso (y lento) de la historia? Sus defensores argumentan que no hay otro juego con su nivel de detalle técnico, desde la física de vuelo hasta la economía persistente. Sus detractores, en cambio, señalan que llevan 14 años pagando por un juego que nunca termina, con mecánicas incompletas, servidores inestables y una monetización que roza lo absurdo.
Lo más irónico es que, pese a las críticas, el dinero sigue entrando. Cada nueva actualización, cada trailer cinemático, cada promesa de un «próximo gran salto» reactiva a la gente. ¿Es lealtad? ¿Fe ciega? ¿O simplemente el miedo a admitir que han invertido cientos de dólares en algo que podría no llegar nunca?