Ninja Gaiden 4 ha logrado un hito importante. El juego no solo ha colado en el corazón de los fans, sino que se ha plantado como la entrega en 3D mejor valorada de los últimos veinte años, superando incluso al mítico Ninja Gaiden Black (2005), ese monstruo sagrado que marcó un antes y después en el género al que le eché horas en la primera Xbox. Con una media de 83 en Metacritic y más de treinta análisis, el título de Team Ninja y PlatinumGames ha dejado atrás el desastre de Ninja Gaiden 3 (un pobre 58) y Ninja Gaiden Z (43), demostrando que, a veces, sí se puede volver a la cima.
Lo más irónico es que tras el batacazo de los últimos lanzamientos, nadie apostaba un duro por que esta cuarta entrega fuera a ser la hostia. Pero ahí está, con un 80 de media que humilla hasta al Master Collection de 2021 (73), una recopilación que, en teoría debería haber contentado a los nostálgicos. El secreto del éxito no es solo que hayan clavado el combate y la sensación de que se castiga cada error, sino que han sabido modernizar la fórmula sin traicionarla. Un Tokio ciberpunk destrozado por el Dragón Oscuro, un nuevo protagonista (Yakumo, del clan Cuervo) que no eclipsa a Ryu Hayabusa, y un gameplay que corre a 60 fps como si nada. Vamos, que han hecho los deberes.
De la gloria al ostracismo… y de vuelta a casa
La historia reciente de Ninja Gaiden es un rollercoaster de altibajos que daría miedo en una montaña rusa. Tras el 94 de Metascore que se llevó Ninja Gaiden Black en 2005, la saga entró en barrena. Ninja Gaiden II (81) y Sigma 2 (83) aguantaron el tipo, pero luego vino el desastre con Ninja Gaiden 3, que fue un fiasco con nota de suspenso (58), y Yaiba (2014)ectamente un chiste malo (43). ¿El problema? Se olvidaron de lo que hacía especial a la franquicia: dificultad brutal, combate técnico y una identidad clara. Hasta que llegó este cuarto título y dijo: «Tranquilos, que esto se hace así».
Y vaya si lo han hecho. La colaboración entre Team Ninja y PlatinumGames ha dado como resultado un juego que sí sabe a Ninja Gaiden, pero con toques modernos que no chirrían. El sistema de combos está más pulido que nunca, los jefes son esos walls de dificultad que te obligan a mejorar, y el apartado visual es una gozada para la vista.
Con esta entrega, Team Ninja no solo ha salvado los muebles, sino que ha puesto los cimientos para que la franquicia vuelva a ser la referencia. El juego no es perfecto, pero ha demostrado que, con las ideas claras, hasta las sagas más tocadas pueden resurgir.
